Miércoles 10 de abril de 2013, 10 pm, UN Radio Medellín, 100.4 FM
Supongo que cualquiera que se haya metido en la aventura de aprender un segundo idioma se ha dado cuenta de que no existe la misma comodidad para expresar ciertas ideas o emociones en la lengua nueva como sucede con la materna. Dicha incomodidad es producto de la falta de habilidad y conocimiento de la lengua foránea, por lo que la improvisación y la creación de metáforas resulta muchas veces difícil o inadecuada, pues no logra capturar de manera satisfactoria lo que deseamos decir o, peor aún, no logra trasmitir a la persona nativa lo mismo que hubiéramos logrado con la lengua materna. Eso por supuesto, si somos hábiles con ella.
Wittgenstein y muchas otras personas han tratado cualquier práctica humana como un lenguaje, por lo que, dentro de la propuesta de ellas, lo que acabé de mencionar puede ser extrapolable al campo de la música. La mezcla de músicas tradicionales con géneros del folclor urbano mundial es algo harto común hoy día, especialmente en los países pertenecientes a la periferia de la globalidad.
Creo que muchas de estas hibridaciones salen desastrosas o poco contundentes precisamente por el desconocimiento de uno de los dos lenguajes –el urbano mundial, el tradicional local-. Efectivamente, muchas veces el resultado se asemeja a una caricatura, a un espacio común, o a lo que parece un ejercicio cuando uno está aprendiendo un instrumento musical y le enseñan diferentes géneros, donde sólo el cliché es capturado.
Y es que la música es un lenguaje poético, ¿y cómo escribir buena poesía en una lengua que no se domina? Esa es la razón que muchas veces me doy y doy cuando me pregunto o me preguntan por mi poca devoción y exhibición de bandas nacionales que mezclan músicas tradicionales ya sea con rock, electrónica o ska. Sin embargo, existe una intérprete que me mostró que era capaz de moverse con tranquilidad dentro de lo tradicional y lo mundial. Además, no mezclaba dos géneros sino que era una verdadera poliglota. Estoy hablando de Victoria Sur.
Victoria Sur (fotografía de Leo Carreno)
Un primer adjetivo que se me viene a la cabeza para hablar de la música de Sur es tridimensional. Mucho del folclor urbano mundial que se produce en Colombia –aquí me centro principalmente en el rock, la electrónica y el industrial, los géneros amplios en los que más me muevo- es bidimensional, es decir, sin profundidad. Por ejemplo, cuando se oye metal o punk, la mayoría de las mejores bandas –creo que pueden haber excepciones, aunque decir que las conozco es tema para otro programa- alcanzan cierta cualidad cuando suenan bien dentro de ese género, pero de una manera en la que se es muy directo, en la que no hay detalles, variaciones. En otras palabras, estos grupos sonarán como se supone que suena una banda de su género, pero no son memorables.
Por el contrario, la música de Victoria Sur está llena de capas. Cada vez que se escucha de nuevo uno de sus tres álbumes, uno descubre nuevos elementos, pequeños detalles que presentan ese trabajo desde una nueva perspectiva, haciendo de cada encuentro una experiencia nueva. En la bidimensionalidad de la que hablaba, uno escucha un disco y ya lo conoce, no se va a topar con sorpresas cada vez que lo escuche y, lo que es peor, tenderá a perder calidad con cada nuevo encuentro. Probablemente, ya pasando a la novedad de los éxitos pop, ésta es una de las diferencias entre un éxito o como se dice en literatura, un best seller y un clásico. Creo que Victoria Sur está entre los segundos.
Por otro lado, y volviendo al rock, muchas de las bandas que logran hacer algo bueno aquí, terminan sonando bien, pero a algo que ya se hizo. En el metal tenemos el ejemplo del thrash, bandas de este siglo que suenan a bandas alemanas…pero de los ochenta. En el punk en Medellín, a banda española de la misma década. En cambio, la música de Victoria Sur es una propuesta en sí misma, que uno no encuentra con qué comprarla.
A veces pienso que lo poco sobresaliente del folclor urbano mundial nacional es producto de nuestra historia, de nuestra falta de oportunidades en el terreno musical que impiden que una banda pueda evolucionar con los años y así lograr un sonido propio o realmente bueno. Afortunadamente, Victoria Sur lo ha hecho y ha publicado hasta el momento tres larga duraciones en los que se ve precisamente eso, un cambio, una exploración, una búsqueda. No obstante, esto no quiere decir un progreso. Bambuco Ácido, su álbum debut, no es para nada peor disco que Belleza Silvestre, su tercer trabajo, pero en términos de sonido sí creo que los dos últimos álbumes de Sur logran capturar mejor su creación.
En Bambuco Ácido, siento que el sonido no logra capturar la tridimensionalidad de las canciones de Victoria Sur en este trabajo. No sé de bambuco, por lo que no me atrevo a especular cuál es la relación que tiene el adjetivo con el sustantivo en este nombre, pero sí se me vinieron otras relaciones, otras metáforas cuando escuché el disco con el título en la mente. Una de estas fue con el acid jazz, y lo primero que pensé fue que algo no estaba bien con el sonido del teclado. Tal vez un Hammond hubiera estado mucho mejor, pero eso desde mi apreciación, que no se da desde el bambuco, sino desde un lugar muy diferente. No puedo saber cuál era la intencionalidad de Sur o de la persona encargada de la ingenieria con el sonido del teclado. También pensé en el bajo. Un bajo más fuerte, con mayor presencia. Esto me lo reforzó El Agua, un tema que me recuerda al Jamiroquai pre-Travelling without Moving, y por eso me imaginé qué hubiera sido de este disco si hubiera sido producido por Mike Nielsen. Y aquí vuelvo a la música nacional y a nuestra historia.
Otra razón por la que la mayoría del folclor urbano mundial nacional es poco sobresaliente se debe a la pobre calidad sonora. No digo técnica. Y eso es lo triste. Todavía creemos que una canción es buena, cuando está bien ejecutada, y no le prestamos atención al sonido. El segundo y tercer álbum de Victoria Sur crean un paisaje sonoro –soundscape– que le hace justicia a su propuesta. Pero vuelvo a lo que estaba diciendo párrafos más atrás: el cambio de la propuesta de Victoria Sur a través de sus trabajos discográficos.
Sur no se puede encasillar. Sus tres trabajos son mundos contenidos en sí mismos, lo que también impide que puedan compararse. Mientras Bambuco Ácido puede ser una exploración de las músicas tradicionales desde una perspectiva urbana mundial por los lados principalmente del jazz, Colección de Mundos es un trabajo de rock, que por supuesto tiene elementos de otros géneros, pues la propuesta de Victoria Sur nunca ha sido de rock, o por lo menos sólo de rock. Por su parte, Belleza Silvestre nos muestra unos géneros locales pero más a nivel suramericano que colombiano. Hay elementos de Zamba –El Seto- o de Bossa Nova –Luna Caliente-, entre muchos otros. Además, estos elementos no necesariamente son los protagonistas, a veces son aires, que crean simplemente atmósferas, que interpretaciones o creaciones directas de estos estilos, mostrando la tridimensional de la música de Sur.
Vuelvo al lenguaje, y a la comodidad que brinda expresarse en uno que es natural a uno. A veces, así sea nuestra lengua materna, esta no sea nuestra mayor fortaleza y por eso muchos no seremos escritores o poetas y nos movemos mejor en otros lenguajes. Tal vez ese sea mi caso, y por eso advierto que pude haber sido injusto con la música de Victoria Sur en esta pequeña reseña. Por eso, es mejor oírla y hacerse a una idea uno mismo. Las invitamos a hacer un recorrido por la carrera discográfica de esta intérprete el miércoles 10 de abril a las 10 pm en Femme FM por Un Radio Medellín, 100.4 fm, o en cualquier momento y lugar a través de UN Radio.