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Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, 2 de mayo de 2013

Natalia Bedoya  junto a Adictos al groove

Natalia Bedoya en el auditorio León de Greiff

Tras una larga temporada del proyecto de Natalia Bedoya Martini Blues Cabaret en la ciudad de Bogotá, esta cantante decide publicar un cd en vivo que recoge algunos de los temas que se presentaron en esta obra. Su lanzamiento, con una puesta en escena que se corresponde al concepto musical, en un excelente lugar como es el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, marca un punto en las propuestas musicales nacionales. Si bien los montajes tipo cabaret no son totalmente extraños en nuestro país en la actualidad ni las bandas de jazz, no conozco ninguno de los primeros que se haya atrevido a dejar un registro discográfico ni ninguna de las segundas que se dedique al jazz vocal femenino sin meterle los elementos tradicionales que parecen ahora ser de rigueur.

Tanto el cd Natalia Bedoya presenta Martini Blues en vivo como su lanzamiento recogen standards de jazz como es de esperarse del concepto de cabaret. Sin embargo, Natalia se sale del marco habitual al incluir en la banda un bandoneón y en el repertorio covers de R&B, soul e incluso un tango, algo que definitivamente le agrega a su propuesta. Asimismo, la interpretación de los temas es bastante buena y creo que satisface las expectativas de las personas a quienes les gustan estos géneros. No obstante, por mucho que me agradó el concierto -nunca asistí al Martini Blues Cabaret, entre otras cosas, porque era en Bogotá-, no pude dejar de evitar pensar que la propuesta sería mucho mejor si Natalia no hiciera tantas piruetas técnicas en la voz. Por su puesto, cuando se habla de jazz femenino vocal se piensa en las grandes voces del blues como Billie Holiday, Sarah Vaughan o Bessie Smith, pero sus grandes talentos nunca consistieron en acrobacias técnicas, por lo que hace Natalia Bedoya termina más cercano a Janis Joplin que a estas cantantes  o a las excelentes voces para el género de las cantantes torch como Julie London.

Recuerdo que alguna vez un guitarrista de blues decía de los guitarristas británicos de los años sesenta como Keith Richards o Eric Clapton cuando fueron a visitarlo al sur de Estados Unidos para aprender a tocar mejor blues, «They try so bad to play the blues, that they play the blues so bad«. Realmente no puedo asegurar que sea la frase exacta, pues no recuerdo dónde la oí y no la pude encontrar en Internet, pero la idea es que se termina perdiendo el feeling en la técnica o en la racionalización del estilo, creando un subgénero totalmente distinto, como paso con eso que hacían Led Zeppelin o Cream y que algunos aún llaman blues. Lo mismo se puede decir de Janis Joplin, especialmente en su segundo álbum que pretendía ser de soul, y desafortunadamente eso es lo que se me venía a la cabeza cuando escuchaba a Natalia Bedoya en este concierto.

Natalia Bedoya

Natalia Bedoya

Natalia tiene una excelente voz, gruesa y con una presencia que diverge de la voz smokey e hipersensual de las cantantes de torch de los años 50 del siglo XX. Tampoco se asemeja a la de intérpretes actuales de jazz vocal como Viktoria Tolstoy, Rebekka Bakken, Silje Nergaard o Eliane Elias, pero esto no se deja apreciar al máximo porque Natalia no le da el despliegue smooth, continuo y embrujador de las cantantes mencionadas, en el que prima la seducción y la sutileza por encima de la pirotecnia vocal. En los momentos en que ella cantó así, como sucedió en el tango que tocó, o en apartes de Cry Me a River –un clásico del torch en voz de Julie London-, su voz particular y potente lograba entregar interpretaciones sublimes dignas de ponerse al lado de las nuevas voces de jazz femenino o de la cantantes torch o en las voces lánguidas, y de torch bluesero à la Billie Holiday de las thrushes. Ojalá Natalia Bedoya siga por esta línea, pues tiene una excelente voz. Desafortunadamente la esconde tras excesos técnicos propios de actos que no lograron manejar con naturalidad el lenguaje del blues o el soul como Janis Joplin. Ojalá esta propuesta de Natalia continúe, pero que en el futuro vuelva más a la voz que hizo con Emma Project y de guiños de torch, y así tendremos en Colombia una propuesta única dentro de la agitada movida mundial de jazz vocal femenino contemporáneo, pues su puesta en escena y su voz no es de socialité europea o artista norteamericana de entre guerras, sino de pin-up de posguerra.